miércoles, 12 de febrero de 2014

EL SILBATO CONEJERO

ANTÍTESIS


Tras la silbatina que tuvo que soportar Gerlein en la Convención Conservadora vino el silbato conejero de Gabriel Silva Luján. En efecto, para una persona que no sabe sino de oídas lo que sucedió en esa Convención, el silbato no hizo más que ponerle conejo, no a Gerlein ni a los enmermelados, sino a la propia verdad de lo sucedido. Y la verdad es, según quien esto escribe ¾persona de cuerpo presente, y para más datos, precandidato con Marta Lucía¾ que la silbatina a Gerlein et al., si bien poco diciente de un buen comportamiento, fue muy diciente del malestar y de la indignación que sobrecogía a prácticamente todo el Partido. No obstante el desacato a la parla entreguista que se veía venir, lo cierto es que la Convención, como cuerpo soberano del Partido Conservador, rechazó por abrumadora y apabullante mayoría las pretensiones de quienes quisieron arrodillar al conservatismo y privarlo de tener un candidato único a la Presidencia de la República.
            No es cierto, como Gabriel Silva afirma, que la convención haya sido un «linchamiento», ni mucho menos que la masa abucheadora haya sido «manipulada», o que se pareciera a las «camisas negras del fascismo», términos todos exageradamente hiperbólicos para describir una situación que nunca se salió de las manos y cuyos actores nunca insultaron a los aforados, quienes, por el contrario, guardaron la más absoluta y silbante disciplina. «Que el propio senador Gerlein consideró que su vida estaba en peligro», no puede ser más que otra malévola hipérbole, salida de toda objetividad y sinceridad. Puedo asegurar que sólo hubo gesticulaciones emotivas y airadas cuando el Senador intentaba hablar, pero emotivas y airadas no significan amenazantes. Cálmate, Gabriel. No exageres, que no te queda bien. El Partido guardó, en todo momento, una vital compostura, como es lo propio del conservatismo. Sin embargo, Gabriel Silva guarda para sí el hecho de que sí hubo una mayor explosión de indignación cuando Gerlein dijo por el micrófono que aquella manifestación de descontento «le recordaba la chusma barranquillera». Esto sí que acabó de enturbiar el ambiente, porque fue el propio Gerlein quién agredió de palabra a las ya irritadas masas conservadoras.
            Tampoco es cierto, como lo afirma el resentido ex ministro de Uribe, que Omar Yepes hubiera jugado con doble carta, la de Arturo, ternero de Santos, y la suya propia con el Partido. Omar Yepes es un hombre a quien siempre oí abogar por la candidatura propia y quien tuvo serias discrepancias con la conducta de su hermano. Además, lo conozco como como un hombre serio en estos asuntos políticos, por lo que, quien también lo conozca, podrá avalar mi aserto. Lo que Silva no reconoce, como decía doña Berta Hernández, es que «los terneros grandes maman arrodillados». Y muy grandes eran los que habían estado mamando…
            Pues sucede, amigo lector, que los áulicos de Santos no aceptan que la primera derrota que sufre este presidente fue en la convención conservadora, derrota premonitoria de la que vendrá en mayo. Eso los tiene desconcertados: no contaron con que no había mermelada para tanto pan, ni tanta indignación para tan pocos entreguistas. Están descompensados, descompuestos. Y lo están por dos razones: porque un presidente con el 26% de intención de voto ve peligrar sus opciones sin el Partido Conservador; y porque el resurgimiento de este partido comienza a hacer inviable que Santos sea elegido en la primera vuelta. Y de pronto hay una tercera: que al machismo liberal no lo deja dormir el hecho de que sea una mujer la que llegue al primer cargo de la Nación.
            Vade retro, Silva.


3 de febrero de 2014

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